Ella no rebasaba el 1.55 m. Él en sus recién cumplidos 30 medía 30 c.m. más que ella. Ella no era fea, sin embargo, no alcanza a decirse es una chica con encanto, algo le sobra, algo le falta, quién sabe. Él es de los que coquetea, lo sabe, es su fuerte. Mas no significa sea 'guapo' como lo nombra Sofía, la chica de la tienda que suspira cada que va él por sus cigarros.
Él usa una playera deportiva, parece va a jugar básquetbol, sus tenis lo delatan. Es de esas playeras sin mangas, cómodas para estas actividades donde sudas, pero más para sentirse hombre porque sabe que lo verán todas esas chiquillas de la banda de guerra de la secundaria que van a practicar todos los sábados. También trae puestos unos pants, pero debajo usa shorts porque si has jugado básquetbol sabes lo cómodo de usar pantaloncillos cortos, como dirían los doblajes chafas latinoamericanos.
Ella iba a trabajar. Sí era sábado, pero sólo lo hace por medio día. Después tiene que regresar a casa a ayudarle a su mamá para salir a vender antojitos en la noche fuera de su casa. Que compra la verdura, que el pollo, el chicharrón y ya Doña Chabelita se dedica a preparar esas exquisitas quesadillas, pambazos y tamales de tripa por la que la reconocen en la colonia. Ella no tiene mucho que trabaja los sábados, apenas tendrá como dos meses, por lo que no se acostumbra a levantarse temprano y ya iba tarde.
Él se sostenía del tubo de arriba, sus brazos alzados dejaban al aire sus vellos axilares, esos que le gusta presumir sudados. Ella, sostenida del tubo de al lado, hacía que quedara su nariz a la altura de esos pelos color cafés. Él como cada mañana se aplica desodorante en aerosol, uno que vio en la televisión que dura todo el día, por lo que no llevaba una lata para después de jugar.
Ella vestía una falda y una blusa normal, sin escotar, no es su estilo. Como la noche anterior a Doña Chabela le sobró comida de su puestesito, ella llevaba su tacuche para almorzar en el trabajo en una bolsa de mano, pero de esas grandes, que parecen más de mandado. Con la derecha tomaba el tubo y de su brazo colgaba la bolsa.
Él no se dió cuenta donde quedaba su axila, ella sí se dió cuenta pero no quizo quitar su nariz de eso hueco, del cual creía salía toda la virilidad de ese hombre que estaba a su lado. Lentamente, si dejar de respirar profundo en cada inhalación fue metiendo su mano izquierda debajo de su falda. Esa gran bolsa cubriría su acto. Primero fueron dos dedos pero no resistió y al poco tiempo ya tenía gran parte de los cuatro dedos adentro, con los que fue acariciándose. Rozaba su calzón, parecía se estuviera rascando una comezón tremenda, pero no, eran movimientos delicados y bien dirigidos.
Él iba esuchando su iPod y estaba distraído, no sabía lo que la mujer de su lado izquierdo hacía, lo que hacía por él, "con él". Ella cerraba los ojos discretamente haciéndose la que se dormía de pie, tenía miedo que el chico del asiento de discapacitados, enfrente de ella, viera sus ojos ponerse en blanco. Ella seguía tocando su sexo, ese sexo caliente y húmedo que la hacía fantasear peligrosamente al lado de él, el quien en dos estaciones bajaría para nunca volver ser visto por ella.
Ella se distrajo de la realidad y por casi venirse se pasó de su estación, si no hubiera sido por el chico de enfrente que bajó en Instituto del petroleo no "despierta". De igual manera, no vio en qué estación bajó él, no pudo preguntarle su nombre ni siquiera para poder gritarle a gusto en sus fantasías, donde ella lo tenía sin dejarlo respirar por la lengua que no salía de su boca.
Ella no se bajó sino hasta la siguiente estación, después de haber sacado su mano sudada y con ese olor que a él le hubiera gustado mucho tener en su nariz, como ella el olor que disfrutó en el mejor trayecto en metro de toda su vida.
Él usa una playera deportiva, parece va a jugar básquetbol, sus tenis lo delatan. Es de esas playeras sin mangas, cómodas para estas actividades donde sudas, pero más para sentirse hombre porque sabe que lo verán todas esas chiquillas de la banda de guerra de la secundaria que van a practicar todos los sábados. También trae puestos unos pants, pero debajo usa shorts porque si has jugado básquetbol sabes lo cómodo de usar pantaloncillos cortos, como dirían los doblajes chafas latinoamericanos.
Ella iba a trabajar. Sí era sábado, pero sólo lo hace por medio día. Después tiene que regresar a casa a ayudarle a su mamá para salir a vender antojitos en la noche fuera de su casa. Que compra la verdura, que el pollo, el chicharrón y ya Doña Chabelita se dedica a preparar esas exquisitas quesadillas, pambazos y tamales de tripa por la que la reconocen en la colonia. Ella no tiene mucho que trabaja los sábados, apenas tendrá como dos meses, por lo que no se acostumbra a levantarse temprano y ya iba tarde.
Él se sostenía del tubo de arriba, sus brazos alzados dejaban al aire sus vellos axilares, esos que le gusta presumir sudados. Ella, sostenida del tubo de al lado, hacía que quedara su nariz a la altura de esos pelos color cafés. Él como cada mañana se aplica desodorante en aerosol, uno que vio en la televisión que dura todo el día, por lo que no llevaba una lata para después de jugar.
Ella vestía una falda y una blusa normal, sin escotar, no es su estilo. Como la noche anterior a Doña Chabela le sobró comida de su puestesito, ella llevaba su tacuche para almorzar en el trabajo en una bolsa de mano, pero de esas grandes, que parecen más de mandado. Con la derecha tomaba el tubo y de su brazo colgaba la bolsa.
Él no se dió cuenta donde quedaba su axila, ella sí se dió cuenta pero no quizo quitar su nariz de eso hueco, del cual creía salía toda la virilidad de ese hombre que estaba a su lado. Lentamente, si dejar de respirar profundo en cada inhalación fue metiendo su mano izquierda debajo de su falda. Esa gran bolsa cubriría su acto. Primero fueron dos dedos pero no resistió y al poco tiempo ya tenía gran parte de los cuatro dedos adentro, con los que fue acariciándose. Rozaba su calzón, parecía se estuviera rascando una comezón tremenda, pero no, eran movimientos delicados y bien dirigidos.
Él iba esuchando su iPod y estaba distraído, no sabía lo que la mujer de su lado izquierdo hacía, lo que hacía por él, "con él". Ella cerraba los ojos discretamente haciéndose la que se dormía de pie, tenía miedo que el chico del asiento de discapacitados, enfrente de ella, viera sus ojos ponerse en blanco. Ella seguía tocando su sexo, ese sexo caliente y húmedo que la hacía fantasear peligrosamente al lado de él, el quien en dos estaciones bajaría para nunca volver ser visto por ella.
Ella se distrajo de la realidad y por casi venirse se pasó de su estación, si no hubiera sido por el chico de enfrente que bajó en Instituto del petroleo no "despierta". De igual manera, no vio en qué estación bajó él, no pudo preguntarle su nombre ni siquiera para poder gritarle a gusto en sus fantasías, donde ella lo tenía sin dejarlo respirar por la lengua que no salía de su boca.
Ella no se bajó sino hasta la siguiente estación, después de haber sacado su mano sudada y con ese olor que a él le hubiera gustado mucho tener en su nariz, como ella el olor que disfrutó en el mejor trayecto en metro de toda su vida.
10 boletos de a $2:
Me pregunto si sra su primer encuentro entre ellos... Y si fue así, él alguna vez se dio cuenta de que ella lo deseaba?
Tan repentino.. me hubiera gustado que se volvieran a encontrar.. siempre quedará la duda de si hubieran sido grandes 'amantes'.
Me ha gustado mucho.
jamás me he subido a un metro, pero ya me dió curiosidad, no para encontrarme a un señor que ponga su axila en mi nariz, si no para ver como le hizo esa mujer para que nadie se diera cuenta.
Muy buen texto. Felicidades
...Y las mariposas...
siempre quedara la tentacion de el que hubiera pasado.
Los aromas son como drogas,y que mejor que en el metro, yo estoy enamorada del metro.
Si vamonos a pistear, yo saco las primeras frias y tu invitas la segunda ronda ; )!
Iuggghhh eso se hace en el bañoooo... o en tu cuarto. Tu eras el we de enfrente, edá?
todo lo que puede pasar en el metro...
buen comienzo de blog, un poco inesperado, pero muy bien narrado :)
Entonces nunca llegó?? es decir se le paso la parada pero no se vino?
me he imaginado la escena y sobretodo la bolsa de mandado con la fritanga dentro...
El concepto es fantástico. De hecho te me has adelantado a una idea similar (más no igual) que he estado maquinando en la mente. Ya saldrá algún día.
También soy absoluto y ferviente usuario del Metro. Oh si!
Instituto del petroleo no es de la linea 1...
Historia divertida xD
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En el metro siempre vas muy calladito, aquí expresate cómo quieras, no hay señores vendiendo discos ni ciegos molestando ni vagos acostándose en vidrios ni largos ratos de espera con ese calor humano único con olores naturales ni poca ventilación ni largas caminatas con cientos de personas en los transbordes... Aquí siéntete a gusto, estás desde tu casa, cómodo.