6.9.09

Berta, Ignacio y Berta e Ignacio

6.9.09 5
Berta es una mujer que trabajó durante una mínima, irrelevante y corta parte de su vida en Telas Parisina, cerca de Insurgentes. Después, pudo entrar a trabajar al gobierno de la ciudad; un trabajo seguro decía ella, el cual le daría la confianza de si no encontrar alguien a quien amar y la amara, al menos viviría dignamente.

Su vida transcurrió tranquila al menos los primeros 20 años, después de cambiar de trabajo pudo acceder a más opciones de vida, no conoció tantos hombres y el último con el que salió es con el que ha estado hasta ahora y quien la hecho más que feliz. Tienen un hijo y una hija, ya ambos van a la universidad y ella aunque está harta de su trabajo de burócrata en una Secretaría del GDF, ve y cuida de su familia, por lo cual decidió cambiarse de puesto para salir más temprano y poder ocuparse más de su casa, como le gusta.

A pesar de todo, decidió salir temprano de casa ese día, un 4 de septiembre y entrar al metro Moctezuma; como tenía tiempo sin usarlo le pareció pesado tanto movimiento, tanta gente sentía la asfixiaba. Caminó hasta tomar los andenes dirección Observatorio, entró al primer vagón por la primera puerta, se colocó al lado del asiento invidual y a pesar de estar vacio no lo ocupó. Espero con nervios, como chica de secundaria a que su novio preparatoriano pase por ella, con menos hormonas pero la emoción la misma.
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Ignacio, hombre de familia, no mantiene por completo a los 4 miembros de su familia, su mujer trabaja y sus dos hijos a un paso de ser independientes no son caprichosos y viven felices con lo poco o mucho que reciben de parte de sus padres. Él, trabaja en una oficina todo el día, lo que lo ha hecho ser fuerte para no ser un dejado con su jefe y compañeros.

Al dar las 6 de la tarde, toma el metro, llega a casa, ve a su mujer, la besa, le da una sonrisa y después de 5 minutos de pláticar para sacar esa tensión laboral, ella sirve de cenar. La comida es algo insípida, pero huele bien, es lo que siempre dice el primogénito. Lo que pasa, es la falta de tiempo para preparar algo sabroso, con consistencia, de buen ver; su vida laboral también le impide llegar temprano, pero nunca ha sido una descuidada con su familia.

Nacho, como le dicen en el trabajo, ha despertado temprano el viernes. Salió de la cama, del baño, de la casa, sin voltear a ver a su mujer. Entró al metro, sólo que esta vez escogió el primer vagón, entró por la última puerta. Observó quieto. Detenido del tubo caminó hasta el fondo lentamente, con esa emoción con la que besas por primera vez a alguien que amas.

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Berta se subió al vagón esa mañana con nervios, no sabía bien cómo funcionaba todo eso. Su actitud de chiquilla la hizo estar sensible y alerta a su alrededor. Se paró al lado del asiento para minusválidos, pero un señor mayor le ganó esa oportunidad de sentir el frío material y descansar sus pies. Miró hacia el otro del vagón y vio, a su parecer, al joven mejor vestido, con más actitud y más llamativo de entre todos. Ignacio caminó lentamente, sin vislumbrar su futuro y simplemente disfrutó recorrer ese piso por primera vez.

Ignacio se detuvo. El tren se detuvo. Berta detuvo su mirada en él. Y el tiempo pareciera se hubiera congelado de la misma manera y al mismo tiempo que estos tres factores. El tiempo pasó más lento de lo que estaban acostumbrados en la ciudad de México, muchos comenzaron a gritar, sentían que la tierra les iba a caer encima o que el aire se les iba a terminar y nunca más volverían a ver a sus familias. Un apanicado primer día de actividades para el metro mexicano, que tan sólo llevaba 3.5 horas de haber comenzado operaciones ese 4 de septiembre de 1969.

Berta pudo haber sido la del primer paso, pero no. Sorpresivamente Nacho cogió el tubo con su mano, la bajó y tomó la de Berta. Ella sudaba y poco podía pensar por las mariposas volando a toda velocidad dentro de ella. Entonces, dijo Ignacio firmemente con su grave voz:
- Hola, parece que eres la única se encuentra aún de pie.
Con una sonrisa discreta, ella le respondió:
- Claro, aquí las personas no quieren dar el asiento como en el camión. Pero se ve que es una aventura interesante viajar en metro.
- Sí, está muy grande, muy moderno, por fin me siento dentro del primer mundo. Aunque todavía no estoy seguro de la estación en que me bajaré, pero no importa, si esto no avanza mejor, prefiero platicar contigo.
La cara de Berta soltó un rojizo natural que la hizo enmudecer.
- Perdón si te hice sentir incómoda -contestó al enrojecimiento de ella-, sólo espero así se pase mejor el tiempo, contigo...

-... contigo, como todos estos años y doy gracias a este lugar, a Dios y a la vida por haberte conocido y por platicar conmigo aquella mañana, que sin duda la recordaré eternamente.

Ahora Berta no se embochornó, sólo escuchaba claramente las palabras del hombre que amaba más en su vida: Ignacio, quién le había prometido volver a jurar amor a sus 40 años de haberla conocido sin importar a toda aquella gente que cruzara por ahí en el primer vagón del metro de la línea 1 a las 9:30 de la mañana. Todo estuvo claramente intencionado para poder recrear la escena, para recrear y recordar los sentimientos más puros de los dos y hacer ver a la gente que el amor vive en todos lados, incluso a cientos metros bajo tierra.



- Relato en conmemoración a los 40 años de servicio del Metro de la ciudad de México, sugerencia de Forsythe-

6.6.09

Las nalgas

6.6.09 10
Y cuando recapacité, esa era la primera vez que pegaba mi entrepierna en una nalgas, unas nalgas de mujer de verdad. Mi estatura era considerablemente mayor al promedio para mi temprana edad, pero por lo mismo esto significaba hasta entonces lo más exitante en toda mi vida, por lo que sentí lentamente una ligera erección, misma que ella sintió. Me proponía voltear mi cuerpo pero la gente alrededor no lo permitía, mi madre me gritaba para bajarnos, yo comenzaba a sudar y mientras todo esto, la señora de enfrente, aquella mujer de las nalgas calientes me volteó a ver como queriéndome dar un golpe en la cara, pero al ver mi cara grasosa y mis delagados pelos de mi bigote, sólo me vió con una ligera sonrisa picara.

Salimos de ahí entre empujones y jaloneos. Era nuesttra primera vez en la ciudad y no sabíamos exactamente para dónde teníamos que ir para cambiar de color. Estabamos seguros era Centro Médico porque mi madre preguntó como cuatro veces en todo el trayecto. En especialidades nos esperaba una tía lejano, sobrina de mi padre que había venido a la ciudad hacía ya años. Yo nunca la había visto en mis 14 años.

Después de ver a la tía esa que ni estaba tan enferma como nos había dicho por teléfono, volvimos a entrar al metro para ir ahora con una amiga de la familia. Ya no había tanta gente como en la mañana y las mujeres de faldas cortas habían dejado de apachuarme. Mas no dejé de pensar en ello durante todo el día. Quería repetir de nuevo esa sensación, de sentir ese calor humano que sólo alguien más puede sentir al pegar su cuerpo contra otro.

Regresamos al pueblo y no toqué una estación de metro hasta que cumplí 18 años, cuando me vine a vivir a México buscando lo que en estos años había soñado todas las noches. Las niñas en el pueblo nunca lograban hacerme sentir lo vivido aquella vez. Las mujeres las veía lejanas de acercármeles. No tuve otra opción y cuando me hice adulto regresé a la capital del pecado, que ya me estaba esparando ansioso.

Mi objetivo estaba cerca, entré a Taxqueña a eso de las 9 de la mañana, muchas personas iban bien vestidas, se sentían tan importantes que ni te volteaban a ver. No me importó, yo entré como pude al vagón y me perdí entre esos cuerpos. Simplemente cerré los ojos y me dejé llevar por el zumbido y el bullicio, las respiraciones y aromas que atrapaban esos poco metros.

Mi estatura había aumentado a la última vez, ahora veía perfectamente a lo largo del tren las cabezas, aunque no me esforzé ni busqué un par en especial. Simplemente me puse de pie entre todos y entre la nada, no quería parecer bastante obvio. Y sin más alguien empujó a alguien más y unas nalgas tocaron de nuevo mi entrepierna. La sensación fue bastante placentera, ya controlando mis instintos sólo esperé pegandome un poco más a ese cuerpo de mujer.

Pero no me visualizé con mi altura con la de las mujeres, el cuerpo que tenía pegado a mi no era de una, sino de uno. Sí, aquel señor era encargado de algo referido al cuidado de los pasajeros y me llevó directo a las autoridades por pervertido, término que no conocía sino hasta dentro del Ministerio. Y poco después en el reclusorio, porque mi condición de pueblerino, mi falta de dinero y mis acciones, me llevaron a ser acosado por los mismos policías "para que aprendiera mi lección"

19.4.09

Inspiración

19.4.09 7
Una de las cosas que me inspiró para este blog ha sido una canción de La Oreja de Van Gogh. Se llama Jueves y viene incluida en el último álbum A las 5 en el Astoria. La comencé a escuchar cuando salió en España y como mi hermano la escuchaba me agradó y después ya la tenía en el SpiPod. Creo por esa canción me hice fan de este disco de La Oreja.

La historia de la canción ocurre dentro del tren y se llama así porque está dedicada a las personas que murieron en los ataques de Madrid, que ocurrieron un jueves 11 de marzo de 2004.

Escuchen la canción con cuidado. Y después sabrán porque es buena para inspirar, lo que será mi próxima historia, no desesperen y gracias por leer este blog.





Si fuera más guapa y un poco más lista
Si fuera especial, si fuera de revista
Tendría el valor de cruzar el vagón
Y preguntarte quién eres.

Te sientas en frente y ni te imaginas
Que llevo por ti mi falda más bonita.
Y al verte lanzar un bostezo al cristal
Se inundan mis pupilas.

De pronto me miras, te miro y suspiras
Yo cierro los ojos, tú apartas la vista
Apenas respiro me hago pequeñita
Y me pongo a temblar

Y así pasan los días, de lunes a viernes
Como las golondrinas del poema de Bécquer
De estación a estación
Enfrente tú y yo
Va y viene el silencio.

De pronto me miras, te miro y suspiras
Yo cierro los ojos, tú apartas la vista
Apenas respiro, me hago pequeñita
Y me pongo a temblar.

Y entonces ocurre, despiertan mis labios
Pronuncian tu nombre tartamudeando.
Supongo que piensas que chica más tonta
Y me quiero morir.

Pero el tiempo se para y te acercas diciendo
Yo no te conozco y ya te echaba de menos.
Cada mañana rechazo el directo
Y elijo este tren.

Y ya estamos llegando, mi vida ha cambiado
Un día especial este once de Marzo.
Me tomas la mano, llegamos a un túnel
Que apaga la luz.

Te encuentro la cara, gracias a mis manos.
Me vuelvo valiente y te beso en los labios.
Dices que me quieres y yo te regalo
El último soplo de mi corazón

30.3.09

Su mirada

30.3.09 5
Sabía que me estaba viendo. Su mirada fija en mis ojos me decían que le gustaba. La tensión era alta, no sé si tanto para ella como para mí, pero el sudor me comenzaba a recorrer. Primero un sudor frío, el cual me hizo temblar manos y pies, recorrió mi cuerpo de abajo a arriba. Mi mirada, aún no se fijaba tanto en ella.

Se subió pero no me percaté de ello, yo leía Una temporada en el infierno, iba por la página 55 cuando alcé por primera vez la mirada y la vi junto a la puerta. Era fácil no dejar de verla. Ese cuerpo era observable.

Yo ya iba por la página 60 cuando se paró justo enfrente de mí. La sensación de que alguien me veía era muy fuerte, esos ojos miel tenían una mirada fuerte. Me desconcentré, no pude seguir con esa lectura, era más intrigante descubrir su mirada para poder verla también a sus ojos.

Cuando teníala vista arriba, no me dirigí directamente a su cara, me quedé viendo su abdomen y volteé rápidamente a mi izquierda. Como estaba en el asiento individual vi como la gente de alado la observaba con la misma intensidad que yo. Los de los asientos de mi izquierda igual, no dejaban de ver su cuerpo, era fascinante, jamás visto. Su ropa hacía juego ad hoc con todo ella.

Cerré el libro sin colocar el separador, no me importaba qué página era, lo que quería ver estaba frente a mí pero no era capaz, no tenía el valor suficiente para subir más mi mirada y verla directo a los ojos. El poder de su mirada, trataba de decirme algo. Mas no conseguía descifralo, o quizá no quería saberlo.

Me decidí, no tenía otra opción, era ya o nunca porque en dos estaciones bajaba. Sus ojos se enfrentaron a los mios, se enfrentaron literal, porque sus ojos no mostraban nada de amor, de deseo, como los ví la primera vez, sus ojos orbitaban, ya no eran mieles, eran rojos, parecía iban a salirse del odio en cualquier momento. Pero su cara no mostraba el mismo sentimiento, era una cara de cansancio, de ostigamiento, de que ya no soportaba más que la gente la siguiera viendo.

Su cuerpo era único, le faltaba una pierna, desde el tronco, era incríble como podía sostenerse en ese aparato viejo y oxidado, no lo cubría con su ropa, al contrario, la había roto a propósito, su peso era de no más de 130 kg., sus dedos salían de los converse viejos que usaba, el pantalón deslavado no era así por estar a la moda, su blusa con círculos eran de los huecos y fácilmente podían verse sus pechos que eran enormes y sin una gota de silicón, naturales. Los brazos con yagas rojas, moretones en el cuello, un labio parecía había sido cortado cuando era pequeña. Se sotenía fuerte con la mano y 3 dedos que tenía.

La sensación al terminar de ver sus ojos de nuevo era nueva, no la había sentido nunca, el tiempo pareció se había detenido y cuando me di cuenta ya era Chilpancingo. Me levanté rápidamente pero no llegué a tiempo, las puertas se estaban cerrando enfrente de mí. Mi impulso por estar afuera fue tan grande que cuando dejé mi asiento me agarré del brazo de la mujer de la mirada y por instinto puse lo que tenía en mis manos entre las puertas. Sin darme cuenta, le había quitado el brazo. Entonces, no se cerraron por completo y pude salir.

Después me encontré a la misma mujer en diferentes ocaciones, le faltaban otras partes del cuerpo, las cuales eran sustituidas por viejos fierros. Nunca más volví a quedarme sentado con la mirada hacía abajo en el metro.


21.3.09

El aroma

21.3.09 10
Ella no rebasaba el 1.55 m. Él en sus recién cumplidos 30 medía 30 c.m. más que ella. Ella no era fea, sin embargo, no alcanza a decirse es una chica con encanto, algo le sobra, algo le falta, quién sabe. Él es de los que coquetea, lo sabe, es su fuerte. Mas no significa sea 'guapo' como lo nombra Sofía, la chica de la tienda que suspira cada que va él por sus cigarros.

Él usa una playera deportiva, parece va a jugar básquetbol, sus tenis lo delatan. Es de esas playeras sin mangas, cómodas para estas actividades donde sudas, pero más para sentirse hombre porque sabe que lo verán todas esas chiquillas de la banda de guerra de la secundaria que van a practicar todos los sábados. También trae puestos unos pants, pero debajo usa shorts porque si has jugado básquetbol sabes lo cómodo de usar pantaloncillos cortos, como dirían los doblajes chafas latinoamericanos.

Ella iba a trabajar. Sí era sábado, pero sólo lo hace por medio día. Después tiene que regresar a casa a ayudarle a su mamá para salir a vender antojitos en la noche fuera de su casa. Que compra la verdura, que el pollo, el chicharrón y ya Doña Chabelita se dedica a preparar esas exquisitas quesadillas, pambazos y tamales de tripa por la que la reconocen en la colonia. Ella no tiene mucho que trabaja los sábados, apenas tendrá como dos meses, por lo que no se acostumbra a levantarse temprano y ya iba tarde.

Él se sostenía del tubo de arriba, sus brazos alzados dejaban al aire sus vellos axilares, esos que le gusta presumir sudados. Ella, sostenida del tubo de al lado, hacía que quedara su nariz a la altura de esos pelos color cafés. Él como cada mañana se aplica desodorante en aerosol, uno que vio en la televisión que dura todo el día, por lo que no llevaba una lata para después de jugar.

Ella vestía una falda y una blusa normal, sin escotar, no es su estilo. Como la noche anterior a Doña Chabela le sobró comida de su puestesito, ella llevaba su tacuche para almorzar en el trabajo en una bolsa de mano, pero de esas grandes, que parecen más de mandado. Con la derecha tomaba el tubo y de su brazo colgaba la bolsa.

Él no se dió cuenta donde quedaba su axila, ella sí se dió cuenta pero no quizo quitar su nariz de eso hueco, del cual creía salía toda la virilidad de ese hombre que estaba a su lado. Lentamente, si dejar de respirar profundo en cada inhalación fue metiendo su mano izquierda debajo de su falda. Esa gran bolsa cubriría su acto. Primero fueron dos dedos pero no resistió y al poco tiempo ya tenía gran parte de los cuatro dedos adentro, con los que fue acariciándose. Rozaba su calzón, parecía se estuviera rascando una comezón tremenda, pero no, eran movimientos delicados y bien dirigidos.

Él iba esuchando su iPod y estaba distraído, no sabía lo que la mujer de su lado izquierdo hacía, lo que hacía por él, "con él". Ella cerraba los ojos discretamente haciéndose la que se dormía de pie, tenía miedo que el chico del asiento de discapacitados, enfrente de ella, viera sus ojos ponerse en blanco. Ella seguía tocando su sexo, ese sexo caliente y húmedo que la hacía fantasear peligrosamente al lado de él, el quien en dos estaciones bajaría para nunca volver ser visto por ella.

Ella se distrajo de la realidad y por casi venirse se pasó de su estación, si no hubiera sido por el chico de enfrente que bajó en Instituto del petroleo no "despierta". De igual manera, no vio en qué estación bajó él, no pudo preguntarle su nombre ni siquiera para poder gritarle a gusto en sus fantasías, donde ella lo tenía sin dejarlo respirar por la lengua que no salía de su boca.

Ella no se bajó sino hasta la siguiente estación, después de haber sacado su mano sudada y con ese olor que a él le hubiera gustado mucho tener en su nariz, como ella el olor que disfrutó en el mejor trayecto en metro de toda su vida.

20.3.09

Bienvenidos

20.3.09 5
Este blog está pensado desde finales del año pasado y por fin lo veo tangible. A uno como citadino de la Ciudad de México, nos es normal recorrerla en metro, además de por ser lo más económico también por... bueno, no sé, cada quién tendrá sus razones. Aunque sí suele ser un buen transporte público cuando no va con exceso de gente y no se va parando y no se tardara tanto en llegar a cada estación, en verdad, tiene sus puntos a favor.

Bueno, pues por usarlo casi a diario, el metro me ha dado la inspiración para cada que veo a una persona imaginarme su vida, igual no a tan profundo grado, pero cuando no tienes mucho que hacer es un buen distractor.

Cabe recalcar que las historias son cortas, como lo dice el título, cada historía representa un centimetro, por hacer la comparación con el sistema métrico. Sabemos que son millones los usuarios al día, pero pocas son las vidas que entran y salen. Yo no me he puesto a preguntar a cada uno que hace, simplemente es cosa de juzgar un poco por el cómo comen, cómo duermen, qué leen, etcétera. Leer Centímetros de existencia te llevará a diferentes estaciones de la vida de las personas. Son historias que suceden debajo de la ciudad de México, muy pocos se percatan de ello, pero se viven día a día.

El metro como un sistema de transporte colectivo, hace que este blog también lo llegue a ser en un momento. Así, que si tienes una historia no dudes en compartirla con nosotros. Todos hemos visto qué sucede cuando el metro se queda parado 20 minutos o cuando se apagan las luces y despiertas donde no querías estar.

Estará formado por varios volúmenes, cada uno será una línea diferente. Por lo que con esto, damos inicio a las estaciones de la Línea 1. ¡Sean bienvenidos (y espero les agraden)!
 
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